Conociendo Rahab el juicio y destrucción que iba a acontecer en su ciudad y el juramento que hizo por misericordia con los espías, los despidió de su casa con la esperanza que al entrar el pueblo a poseer la tierra le concederían la salvación…
El poderoso Dios del que había oído Rahab, en el cual había puesto su fe, su confianza, sabiendo que no hay otro Dios como Él, quiso compadecerse de ella y librarla de la destrucción que Él mismo habría de traer sobre los impíos…
Las proezas y maravillas de Dios, sus obras y su poder, le habían dado una fama temible ante todos los que las conocieron. Tan fuerte era este testimonio, que había llegado a oídos de los habitantes de Jericó de tal forma, que temblaron al oír que Dios traía a su pueblo para conquistar la ciudad..
Dios había determinado la destrucción de Jericó como juicio por su pecado. Josué envió dos hombres para informarse de todo cuanto pudiera. Ellos encontraron en Rahab La providencia y cuidado de Dios sobre sus vidas. Todo había sido preparado antes por el Salvador…
Dios ha rescatado y guiado a su pueblo como había prometido. Ahora les va a dar la victoria sobre sus enemigos y el reposo tan deseado. Dios es el Salvador de su pueblo, desde la eternidad y por la eternidad Él ha preparado todo para que así sea, su providencia, su poder, su misericordia, su pacto y su gracia se muestran en su salvación.
